El «consumo responsable no es, ni más ni menos, que tomar las decisiones con toda la información posible y disponible y hacerlo de manera racional y responsable». (Dr. Ismael Quintanilla, referente nacional de la psicología del consumo).
Para hacer un consumo responsable al 100%, conviene conocer varios aspectos, como el origen del producto, forma de producción, o las condiciones de los trabajadores. Con toda la información, la decisión es consciente porque sea eco o no, sea de un origen u otro, y sea como sea, me he informado previamente y sé a qué tipo de empresa destinaré mi dinero, además de saber lo que estoy consumiendo realmente.
¿Tenemos acceso como consumidores a toda esta información? Sí y no. Muchas empresas nos lo ponen difícil, no dan la información clara para hacer un consumo responsable y consciente, destacando de su producto lo que a ti «te interesa»: Que el desodorante no tiene parabenos, que las galletas no tienen azúcar, que el pan es sin gluten y un largo etcétera. Pueden contener otros ingredientes o materiales que no quisiéramos y que a simple vista y de forma rápida, no vemos, o pueden proceder de empresas que explotan a sus trabajadores o ponen niños a trabajar, o maltratan animales en el proceso de producción.
Ya partimos de la base de que compramos con una información poco clara o confusa.
Soy partidaria de buscar lo que necesito (tras preguntarme si realmente lo necesito, le voy a dar un uso frecuente, etc.) en tiendas de segunda mano, y así alargar la vida útil de productos que aún se pueden aprovechar.
Cuando no encuentro lo que busco de segunda mano, es cuando empieza la labor de investigación para averiguar o encontrar el producto que me hace falta y hacer a la vez un consumo responsable y consciente:
Si puedo aportar mi grano de arena comprando algo que viene de mi ciudad, favorecerá a alguien cercano a mí.
1 – Leer la composición del producto: Mirar los ingredientes, materiales… Priorizo y presto atención a que no tenga, contenga ni esté envuelto en plástico y que los ingredientes sean los mínimos posibles, conocidos y naturales.
2 – Intentar averiguar qué tipo de empresa hay tras el producto. No hablo de meternos en su página web únicamente, si no en sus redes sociales, en los foros, buscar críticas y comentarios, políticas y valores de la empresa. Con esto tendremos una idea del tipo de empresa a la que compramos.
3 – Intentar descubrir el proceso de producción de la empresa. ¿Tienen en cuenta criterios de ahorro energético? ¿Testan en animales? ¿cuánto contaminan? Digo intentar ya que no es fácil adquirir esta información, por lo que será más fácil encontrar empresas que anuncien este tipo de información apostando por la transparencia.
4 – Ver el origen del producto. Esto nos sirve para saber la cercanía del producto. Si puedo aportar mi grano de arena comprando algo que viene de mi ciudad, favorecerá a alguien cercano a mí. También disminuye la huella ecológica por tener un transporte corto. Algunas empresas ponen en el etiquetado el lugar de envasado, que no tiene porqué coincidir con el lugar de origen del producto.
5 – Preguntar a la empresa. Es otra opción a valorar, darles un voto de confianza para conocer su respuesta, siempre y cuando haya pasado un filtro, no querría llamar a todas las empresas que venden el mismo tipo de producto.
Ahora consumo menos, me informo más, y mi satisfacción de compra reflexiva y nunca inmediata, es totalmente plena.
6 – Tener paciencia: Cuando tomé la decisión de consumir responsablemente, no dí pie con bola. Poco a poco fui aprendiendo estos truquillos. No consiste en que suframos durante el proceso, si no que disfrutemos más que antes. Así que no sufras si haces alguna compra compulsiva sin haberte informado previamente. Con paciencia y tesón, todo es posible.
Aunque parezca que haya muchas cosas a tener en cuenta para hacer un consumo responsable, en cuanto conoces la empresa, su filosofía, modo de producción y todo aquello con lo que te sientas conforme, habrás hecho una compra responsable, consciente y consistente con tus valores, y no tendrás que investigar más. ¡Sabrás a quién y dónde comprar de forma automática! Es la pequeña inversión inicial lo que incomoda.
Ahora consumo menos, me informo más, y mi satisfacción de compra reflexiva y nunca inmediata, es totalmente plena.
¿Sabes el giro que daría el mundo si compráramos sólo a aquellas empresas que hacen las cosas bien?
Pero… ¿qué es para mí consumir de manera responsable y consciente? Comprar…
- a granel, evitando el envase de plástico.
- productos de comercio justo, donde sé que ayudo a una comunidad en minoría.
- productos locales y artesanales, ayudando a las personas de mi comunidad.
- ecológico, importante para una mejor salud y para el medio ambiente.
Además… ¿Sabes el giro que daría el mundo si compráramos sólo a aquellas empresas que hacen las cosas bien? Aquellas con valores, ética, tratando bien a sus trabajadores, usando procesos y materiales respetuosos medioambientalmente… serían mayoría. Las empresas que contaminan, no valoran el medio ambiente y explotan a los trabajadores, se irían reduciendo.
¿Qué piensas? ¿Crees que son muchas cosas a tener en cuenta? Si crees que hay más aspectos a tener en cuenta a la hora de consumir responsablemente, comenta y compártelo. Me encantará saber lo que opinas y lo que tienes en cuenta a la hora de comprar.
Maggie
Muy inspirador!
Isa
¡Buenos consejos! Plantearse una compra responsable puede parece algo muy complicado, pero como todo al final te acabas acostumbrando y se hace de manera mecánica.
Además los beneficios de hacerlo así son muchos, tanto para el planeta como para nuestra salud.
Un saludo
Cristina
¡Gracias Isa! Así es, cuando te acostumbras y eres consciente de dónde va tu dinero, cobra sentido y vives acorde con tus valores, siendo beneficioso para todos 🙂